Pasaba por allí y se
quedó. Empezó como peregrino y ha acabado de voluntario, tras 1.900 kilómetros.
Salió a recorrer el camino de Santiago para buscarse a sí mismo y, al
final, se ha encontrado dentro del caos, en una playa recubierta de fuel,
frente a un mar negro y sin horizonte. Josep Figueras i Montané, conocido
ya por muchos vecinos de Muxía como “el catalán”, ha saltado a primera
plana como la voz de los voluntarios puestos a luchar contra el desastre
con poco más que su voluntad, coraje y capacidad de inventiva. Las buenas
dotes de improvisador y de organizador convirtieron a este peregrino jacobeo
en responsable de las tareas de limpieza de las coruñesas playas de Muxía.
Durante la visita del Rey a la zona, el pasado lunes, Figueras hizo una
razonada petición de ayuda al monarca, en la que no faltó una alusión
a la necesaria presencia del Ejército. Quería darle una carta ese mismo
día, pero el papel se le perdió dentro del traje especial. La carta, enviada
finalmente el miércoles por correo certificado, ya debe haber llegado
a la Zarzuela. En ella, Figueras empieza diciendo: “Soy un peregrino/voluntario
que me he desviado de mi camino hacia Santiago para ayudar a esta buena
gente”.
Este ciudadano de Vilafranca del Penedès, crecido en la populosa calle
de La Parellada, no sospechaba todo esto cuando salió de su villa natal
el pasado 29 de agosto, en fechas de fiesta mayor. Figueras iba a hacer
el camino de Santiago por la ruta más antigua y difícil. Necesitaba poner
orden en su vida, hacer una pausa para pensar. Hacía algunos meses que
se había separado de su mujer y, por otro lado, quería reflexionar sobre
su futuro profesional y su horizonte vital. Atrás, quedaba su empleo como
cocinero y repostero en un céntrico restaurante de Barcelona. No era la
primera vez que se atrevía con la ruta jacobea, pero nunca lo había hecho
por la parte menos frecuentada. Durante los cuatro primeros días le acompañaron
dos amigas, pero luego siguió solo, desde el monasterio de Poblet. Habiendo
cruzado ya por Covadonga, Oviedo y Lugo, poco antes de llegar a Santiago
pasó por Muxía, para ser fiel a la ruta más tradicional. En estas, le
sorprendió la noticia del naufragio. La gente le decía “no vaya por allí,
que hay petróleo”. Figueras se sentía mucho más motivado por llegar. Desde
el 20 de noviembre está en Muxía y el 22 empezó a limpiar una playa en
compañía de un miembro de Protección Civil y una mujer de A Coruña. No
había nadie más. Luego llegó más gente y él acabó al frente de todos.

Seguidor de los Castellers de Vilafranca y miembro del Centre Excursionista
del Penedès, sus amigos definen a Figueras (apodado cariñosamente “Figue”)
como una persona tranquila, afable y siempre dispuesta a ayudar a los
demás, pero nunca ha estado comprometido con organizaciones voluntarias.
Su experiencia, en este campo, se limitaba, hasta hoy, a colaborar en
los trabajos de apagar algún incendio forestal y a un viaje a Tinduf,
hace seis años, para llevar ayuda a los refugiados saharauis. Durante
muchos años, jugó a fútbol como portero, primero con el Atlètic Vilafranca
y después con el Sant Pere Molanta, hasta recalar en el fútbol sala. Le
definen ágil y ducho en la ejecución de palomitas, lo que le valió el
mote deportivo de “Figueretes”, voltereta en catalán. Ahora intenta parar
el gol del chapapote con pies y manos. Ignora cuándo se marchará de Muxía.
No ha tenido tiempo de pensar en su futuro. Y como buen peregrino, piensa
llegar a Santiago, aunque más tarde de lo previsto. </span>