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Camino francés 2014   Fotos    

"... pero, en calquier caso, ¡el Camino de Santiago existe! y en él se encuentra la magia, el espíritu y la simiente de un mundo nuevo, más humano, mejor y diferente". (Juan)

Camino de Santiago. Arthez de Bearn. Saint Jean Pied de Port. Roncesvalles. Pamplona. Eunate. Puente la Reina.
Juan
08/08/2014

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(PÁGINA EN CONSTRUCCIÓN... RELATO PROVISIONAL, PENDIENTE DE CORREGIR...)

 

 

CAMINO DE EUNATE: DE ARTHEZ DE BEARN (Francia) a EUNATE (Navarra). VOIE du PUY y CAMINO DE SANTIAGO

(Unos 190 kilómetros, aproximadamente)

"Le Camino, le retour à l´essentiel" Dana, 9-8-2014

"Cierra los ojos y busca en tu interior.
Abre tu corazón y amanecerá" (Juan)

Hay miradas que son como un inmenso abrazo de luz. Namasté.

"El camino convierte lo ordinario en maravilloso" (Juan)

 

     Hacer el Camino es como caer en un cuento.

     Cuando caes en un cuento el tiempo deja de existir. Los cuentos son bonitos porque en ellos siempre es ahora.

     Cuando el cuento se termina tienes que salir de él. Y entonces lloras porque el mundo exterior no es tan placentero. Vivir en un cuento es como estar en el seno materno. Y salir de él es como llegar al mundo tras el parto.

     Pero no se puede vivir todo el tiempo en un cuento. Siempre hay que nacer y renacer.

 

4-8-2014.- Santiago de Compostela

No es la razón, ¡no!; son la bondad y la belleza las que nos llevan a la fe.

La música une.

     Mañana empezamos el Camino en Francia. Pero hoy he querido acercarme a Santiago, para arrodillarme ante la tumba del Apóstol, para ofrecerle mis luces y mis sombras, mis coherencias y mis contradicciones, mi generosidad y mis egoísmos, mis virtudes y mis pecados, mis fortalezas y mis miedos, mi vida entera, tal cual es.

     En una ciudad llena de peregrinos y turistas, me siento en el suelo, a la sombra, cierro los ojos, y escucho mi silencio interior. Huele a sonrisas. Y doy gracias al Dios creador por la luz que acaricia las piedras antiguas de la fachada de la Catedral y las almas tiernas y sensibles de los jóvenes que la miran desde el suelo de la Plaza del Obradoiro.

      Viendo tanta belleza… ¿es posible no creer? No es la razón, ¡no!; son la bondad y la belleza las que nos llevan a la fe.

     Entro en la Catedral y asisto a la eucaristía que se está celebrando en una de las capillas laterales. Un grupo de personas rezan en un idioma extranjero que desconozco. Pero no importa. Rezo y me siento unido al grupo. Y muy especialmente me noto bien cuando les oigo cantar. La música une.

      Luego camino por la Catedral. Me conmueve ver a una mujer joven, embarazada, llena de belleza y de dulzura, que se arrodilla ante la tumba del Apóstol y reza. Estoy convencido de que está dando gracias por el hijo que lleva dentro y de que está pidiendo a Santiago que lo proteja.

     Me resulta difícil entender por qué la cola que hay para subir a darle el abrazo a la estatua del Apóstol es siempre mucho más larga que la que hay para bajar a rezar ante su tumba.

      Salgo luego a la Plaza del Obradoiro y me pongo a hablar con algunos peregrinos. Un coreano ha hecho todo el Camino descalzo, desde S.Jean Pied de Port hasta Santiago. Es la tercera vez que hace el Camino y dice que está empezando a entender lo que es ser peregrino.

      A la noche, cuando llego a casa, cojo la báscula y me pongo a pesar:

     Descalzo: 82,6
     Calzado: 83,3
     Calzado y con la mochila puesta: 89,6
     Conclusión: las zapatillas que llevo pesan 700 gramos y la mochila pesa 6 kilos 300 gramos. Está bien. Espero pesar menos a la vuelta.

 

 

 

5-8-2014.- Viaje de ida. Carballiño - S. Jean Pied de Port.

"Si crees en los sueños ellos se crearán" (Albert Espinosa)

     Día para el viaje. En torno a las 8 de la mañana cogemos un tren en Carballiño en dirección a Ourense. Y luego, alrededor de las 9 cogemos otro en Ourense en dirección a Pamplona.

     En el tren nos toca enfrente de una chica sahariana. Va vestida al estilo de su país. Habla y entiende el idioma español. A ratos conversamos con ella.

      Y en otro asiento va otra chica que va leyendo un libro: “UN MUNDO AMARILLO” de Albert Espinosa. Cuando para de leerlo se lo pido. Y lo abro al azar y leo un trozo. Percibo el mensaje de que tenemos que abrazarnos más, de que tenemos que darnos más muestras físicas de ternura, sobre todo con aquellas personas con las que nos sentimos bien… con aquellos que son nuestros amarillos… Hay personas con las que nos encontramos especialmente a gusto, ya sea conversando, ya sea mirándonos a los ojos, o ya sea dándonos un abrazo. .. Esas personas son nuestros amarillos. Hay personas con las que nos gusta abrazarnos. Personas con las que no nos molesta la cercanía y el contacto… Parece original e interesante esta idea del mundo amarillo. Al menos me parece importante la idea de que debemos rehuir menos las muestras de ternura y de cariño cuando realmente sentimos necesidad de expresarlas.

      “Si crees en los sueños ellos se crearán” (Albert Espinosa).

     El viaje me resulta muy llevadero y se me pasa bastante rápido. Al bajar del tren, en Pamplona, conocemos a Miguel, un peregrino que va a empezar el Camino en S.Jean. Con él subimos a un bus que nos lleva a Roncesvalles. Lento como una tortuga. Para cada poco para dejar que baje o que suba gente. Desde Roncesvalles cogemos un taxi que nos lleva hasta S. Jean Pied de Port. Allí todo parece estar muy bien organizado. En una especie de centro de acogida nos dan una credencial y nos asignan un albergue para dormir: Zuharpeta. Camas bajas. No literas. Damos una vuelta por el pueblo para buscar un lugar para cenar. Comemos algo y volvemos pronto al albergue.

     Duermo muy bien. Sin tapones en los oídos. Uno a mi lado ronca, pero me quedo dormido igual.

     Al día siguiente, antes de las 7 tenemos que estar ya todos fuera del albergue.

 

6-8-2014.- Arthez de Bearn - Sauvelade.

“Tout es parfait ici"

"Ce qui est très trés dur
rend tès très fort” (L´Alchimiste)

     Todavía no son las siete de la mañana. Es de noche. Sentados delante de la puerta del albergue esperamos que un taxi venga a recogernos. Tenemos pensado ir a Aire Su L´Adour. Pero mientras esperamos a que llegue el taxi cambiamos de planes y decidimos ir a empezar a Arthez de Bearn, tres etapas más cerca de Roncesvalles. Con el tiempo comprobaremos que esta es una muy buena decisión.

      Llega el taxi. Una furgoneta con asientos. No tiene ningún letrero que diga que es un taxi. Subimos. Un chico la conduce. Va muy rápido. Pero pronto nos damos cuenta de que se conoce las carreteras y de que conduce bien. Nos relajamos y empezamos a contemplar el paisaje que está despertando. Al cabo de un rato nos deja en Arthez de Bearn. ¿Dónde queréis que os deje?, nos pregunta. Delante de un bar, lógicamente.

     Allí un peregrino está desayunando. Pedimos un bocata de jamón con tomate. El del bar se ríe. Eso es en España. Aquí no hay eso. ¿Zumo de naranja natural? Tampoco. Con un zumo de bote llega y sobra… ¡Estos franceses!

      Cuando salimos del bar llega una señora con dos bastones, con pintas de ser peregrina de toda la vida, algo así como una peregrina de profesión… Mayor, contenta, segura de sí misma… Con cara de saber muy bien lo que está haciendo…

      Empezamos a caminar. El pueblo no tiene nada que ver con el bar en el que nos hemos metido en el primer momento… Es un pueblo bonito, agradable, acogedor, lleno de buenas vibraciones… Paramos en una placita donde está todo lo que un peregrino puede necesitar: el ayuntamiento (le marie), el albergue, la epiceríe (tienda de comestibles, algo básico y fundamental), y la boulangerie (panadería, ummm ¡qué rico está el pan!, y qué sabrosa es la sonrisa de la señora que lo vende). Me gusta mucho la gente que sonríe y que trata a los clientes con cariño y con amabilidad. En este pueblo parece que esa gente es lo que abunda. Nos sonríe la señora que atiende el albergue. Nos sonríe la que regenta la boulangerie. Y nos sonríe el hombre de la epiceríe. Por cierto, delante de la epiceríe hay un letrero fantástico en el que se está escrito: “mon épicier es un type formidable”. Me encanta esta idea. Me parece genial. Compramos fruta. Y es muy buena. En este momento me ratifico en mi vieja idea de que la alimentación debería ser así: más cara, pero de calidad… Creo que uno de los perores errores de la sociedad occidental actual es este: tener una alimentación barata y de mala calidad… Comemos mal, y luego nos gastamos el dinero en mil chorradas que no nos sirven para nada…

      En este pueblo el albergue, la Gîte Comunal, se llama MAISON DES PELERINS, y la persona que lo atiende y que sonriendo y con cariño nos sella las credenciales se llama Regine. Nombres ambos bonitos para un peregrino que está empezando su Camino.

     Nos gusta este pueblo. El sol está empezando a acariciar a todos los seres. Una sensación de bienestar nos invade. Estamos un rato sentados en la plaza. No tenemos ninguna prisa. En el libro del albergue alguien ha escrito el día 4 de agosto de 2014: “Tout es parfait ici”. Me siento bien, mi cuerpo y mi alma están contentos, y no necesito nada más...

     Arthez de Bearn es un pueblo bonito, donde lo normal es la armonía, en las casas y en el paisaje. Y la gente es amable y tranquila. Un buen sitio para estar.

    Empezamos a caminar lentamente. A la izquierda de la calle hay una casa en la que un letrero dice “Notaríe”. Me paro. Una chica joven y muy sonriente se asoma a la ventana. La miro. Le digo que yo en España soy notario. Ella se lo dice a otra señora que está dentro, y que está hablando por teléfono. Está claro que la de dentro es la notario. Me mira sin dejar de hablar por teléfono. Yo me despido amablemente de la chica y sigo mi camino. ¡Qué diferentes parecen estas dos mujeres! Cada una en su papel.

     Seguimos caminando. Llegamos a un cruce en el que hay una señalización que nos parece un poco confusa y contradictoria. Nos paramos intentando descubrir cuál es el camino correcto. Lllega una señora en un coche y se para. Le preguntamos: ¿Le Chemin de Saint Jacques? Pone cara de no entender. ¿Le chemin a Compostelle? Ah! Ahora sí que lo entiende. Y nos dice sin dudarlo que cojamos el camino de la izquierda. Le hacemos caso y empezamos una bonita ruta. Primero por carretera. Luego por un prado. Y después nos adentramos en un maravilloso bosque de hayas.

     Dos horas después pasamos al lado de unas casas. Y luego, misteriosamente, el camino desaparece. Volvemos sobre nuestros pasos, y buscamos a alguien en las casas para preguntarle… ¿Le chemin de Compostelle? En la cara del hombre que nos atiende se dibuja una sonrisa picarona. En un francés que casi se entiende nos explica que por aquí no pasa el Chemín de Compostelle. Hemos estado siguiendo las señales de una ruta de senderismo, la ROUTE DU BERNÈS. Una ruta muy bonita. Pero no es el Camino de Santiago. Llevamos más de dos horas perdidos y sin darnos cuenta. Una buena forma de empezar.

      Pero no hay problema. La ruta va en la misma dirección que el Camino, y cogiendo una carretera a la derecha, y caminando por ella poco más de un kilómetro podemos volver a enlazar con el Camino de Santiago. Incluso es posible que hayamos atajado un poco… A lo mejor era por esto por lo que el hombre nos miraba con una sonrisa picarona, pensando que habíamos hecho “trampa” a propósito, cogiendo un atajo…

      Seguimos las indicaciones del buen hombre y pronto llegamos a un lugar llamado Argagnon. Y allí enlazamos de nuevo con el Camino. Ahora sí que vemos señales que nos resultan conocidas y familiares, señales propias y exclusivas del Camino que lleva a Compostela. Sonreímos. Este es nuestro Camino, estamos en casa.

      Pronto llegamos a Maslacq. Son exactamente las 12 del mediodía. Tenemos previsto seguir caminando durante un par de horas más. Pero nos encontramos a una mujer a la que le preguntamos si falta mucho para llegar a Sauvelade. Ella nos contesta que sí, que falta mucho, y que debemos pararnos y comer aquí. ¿Comer a estas horas?. Esto nos rompe todos los esquemas. Pero para eso estamos aquí, para dejar que se nos rompan los esquemas…

     Le hacemos caso a la señora y entramos en un restaurante que hay cerca. No hay ni un alma. Nos sentamos. Y en menos de diez minutos el restaurante se llena completamente. ¡Efectivamente era la hora de comer! Esto es Francia, y aquí se come al mediodía.

     Como es lógico comemos el menú del día. Cuesta 12 euros. Y está bueno.

     A la salida del restaurante nos encontramos con una peregrina. Se llama Eva. Es polaca, pero vive en Francia. Su mirada desprende un aroma de buena persona. Hablamos con ella un rato. Eva se queda en Maslacq. Va a dormir aquí. Tiene reservados los lugares para dormir ya desde el mes de febrero. Aquí en Francia no es como en España: En los albergues españoles no se puede reservar, salvo en los privados. Pero en Francia lo normal es reservar con antelación. Son dos conceptos diferentes.

     Nosotros no tenemos reservado en Sauvelade. Intentamos llamar desde aquí para reservar, pero nos dicen que está completo. Pero aún así decidimos seguir caminando, confiando en que algún sitio encontraremos para dormir. Dios proveerá.

      Caminamos durante más de dos horas a pleno sol. Hace mucho calor. Con un sol de justicia cayendo sobre nuestras cabezas caminamos durante un buen rato por un camino llano y recto, entre campos de maíz, para desembocar en una subida que nos lleva por el medio de un bosque. Cerca de la cima una pizarra clavada en el tronco de un árbol nos regala esta reflexión: "Ce qui est très trés dur rend tès très fort” (L´Alchimiste). En lo alto de esta subida, y en este momento, con el calor y el cansancio que nos acompañan, la frase parece puesta justo para nosotros. ¿Quien la escribió? ¿Es una frase del conocido libro EL ALQUIMISTA de Paulo Coelho? Creo que no. No me suena. La respuesta nos llegará mañana por la tarde, en Navarrenx, cuando conozcamos el albergue de un hombre peculiar, que se hace llamar LÁlchimiste, y que es un agricultor que va sembrando frases.

     El final se hace largo. Llego a Sauvelade agotado. A la entrada me espera una hermosa abadía. Al lado un albergue que está lleno. Pero a la salida del pueblo hay otro albergue nuevo. Y allá nos vamos. Bien. Nos reciben con un vaso de agua fresca. Y con música. Y tenemos cama. Y muy buen ambiente.

      A las seis y media vamos a misa a la abadía. La dice un peregrino que es sacerdote. En francés. Es un momento muy bonito.

     Luego a la siete los del albergue nos invitan a un piscolabis. Estamos un pequeño grupo de peregrinos. Junto con los dueños del albergue y dos de sus hijas. El ambiente es muy acogedor. Hace muy buena temperatura. Es una tarde maravillosa. La conversación es agradable. Las miradas son suaves y onduladas, como las montañas de esta parte de Francia. Estamos en un ecoalbergue. Huele a naturaleza fresca.

      Después nos preparan una cena colectiva para todos los peregrinos. El que regenta el albergue ha hecho el Camino. Y le gusta especialmente el estilo del albergue de Bodenaya, en el Camino Primitivo.

      En el libro del albergue escribo "Cuando cenamos juntos, los peregrinos vemos la gran verdad: todos somos hermanos"

 

7-8-2014.- Sauvelade - Navarrenx.

“La luz, la música y el agua son las madres de la vida" (Juan)

"Ce qui nést pas donné est perdu” (Mère Thérésa)

     Etapa corta y fácil.

      Salimos con calma, cuando ya pasa de las 8. Me quedo atrás haciendo fotos, y sigo casi toda la etapa solo. Es casi todo por asfalto. Pero el paisaje es hermoso y hace una buena temperatura para caminar.

     Recordando el agua que nos dieron ayer a la llegada al albergue de Sauvelade y la música que nos pusieron a continuación se me ocurre una frase en la que voy meditando durante un buen rato: “La luz, la música y el agua son las madres de la vida"

     Luego , mientras camino solo, van pasando por mi cabeza varios pensamientos:

     El Camino me sirve para practicar el desapego. Dejar que las personas y las cosas se vayan o se queden, sin aferrarnos a ellas, puesto que no nos pertenecen. No se si volveré a ver a alguno de los peregrinos con los que compartimos la cena anoche. Pero no importa: hemos vivido ese momento y ya está. Cada momento tiene su propio significado por sí mismo, sin necesidad de estar conectado con otros momentos. Cada vivencia tiene su propio significado, sin necesidad de que sea servidora o esclava de otras vivencias. En la vida hay que vivir cada instante por el valor que tiene en sí mismo, olvidándose de lo que está atrás o adelante.

     A veces es bueno perderse.

     La naturaleza está llena de afines y complementarios. A veces también hay algunos que no combinan... pero puedes estar seguro de que el que no combina contigo combina con otros. No hay ningún color que no tenga sus complementarios y sus afines, y lo mismo le sucede a las personas.

     Un país con agua potable es un país rico.

     En Galicia necesitamos hacer la concentración parcelaria de otra manera: que las fincas que resulten midan más de una hectárea. Para que la agricultura sea rentable las fincas que se cultivan deber medir cada una varias hectáreas...

     Yo no he venido a Francia a caminar, sino a mirar, y a saborear su belelza adolescente. En esta zona de Francia hay bosques, hay maiz, hay avellanos, hay praderas, hay vacas... Y también hay postes y cables de la luz. En un territorio tan cuidado desde el punto de vista estético me choca mucho ver tantos cables cruzando el cielo.

     Si camino a prisa puedo llegar a Roncesvalles un día antes... pero... ¿eso significa que gano un día o significa que lo pierdo?

    Ni mañana, ni ayer, solo ahora.

    Mientras voy rumiando estos y otros pensamientos, a la derecha del camino, clavada en un árbol, veo otra pizarra con una frase. Dice: "L´obstacle t´est proposé pour que tu le dépasses” (L´Alchimiste).

    Al verla sonrío y sigo caminando. Por alguna razón que desconozco estas frases sembradas a la vera del camino me producen alegría. Así, caminando contento, llego al pueblo de Meritein, un lugar bonito y acogedor. Allí me encuentro con Ignacio y nos paramos un rato para beber y comer algo. Luego seguimos caminando.

     Llegamos a Navarrenx a las 12. No tenemos reserva, pero no nos es difícil encontrar cama en la Gîte Comunal. Lo que sí es difícil es pronunciar bien la palabra gîte. Cuando pregunto en un bar por la “bit comunale” un grupo grande de franceses que están comiendo allí en una mesa se ponen a reír a carcajadas. Ríen y no paran. Estoy seguro de que he dicho algo gracioso. Yo también me río.

     Después de encontrar aposento, volvemos a un bar para comer. Y nos sentamos en una mesa junto a dos peregrinas francesas. Una de ellas es Eva, la polaca-francesa que ya conocemos del día anterior. Son agradables. Y su mirada es franca.

     Al mediodía Navarrenx es un pueblo lleno de dura soledad. Las calles están vacías y huelen a silencio crudo y hosco. Parece casi un pueblo fantasma, soso e impersonal. El albergue en el que estamos es triste y desangelado. Aquí la Gîte Comunal está repartida en al menos tres edificios. Y el que nos ha tocado a nosotros no es nada agraciado. Está al lado de un aparcamiento público de coches, en un edificio viejo.

      Lavamos la ropa y la tendemos en un tendal plegable que sacamos del albergue y que colocamos en un lugar donde da bien el sol, en medio del aparcamiento. Esto en Francia no parece muy razonable. Pero otros peregrinos nos imitan. La necesidad de que la ropa se seque nos vuelve atrevidos.

      A las seis de la tarde vamos a la iglesia para asistir a una oración y a la bendición de los peregrinos. Nos juntamos un buen grupo de ellos. Y luego dos señoras que atienden la iglesia nos invitan a tomar algo en una casa cercana.

      Ahora, por la tarde, cuando deja de hacer calor, el pueblo de Navarrenx se transforma totalmente. Las calles se llenan de gente, de bullicio, de vida… Y en la calle principal ponen un mercado y una gran cantidad de mesas muy largas en las que la gente del pueblo se sienta para cenar. Supongo que serán cenas de peñas o asociaciones. Son las vísperas de las fiestas. Ahora parece un pueblo totalmente diferente del que vi al mediodía. Ahora Navarrenx es un pueblo bonito, agradable, amable y divertido, un pueblo lleno de risas, de palabras, de miradas… Un pueblo lleno de vida. Huele a rosas, a besos y a fiesta… ¡Cómo cambian las cosas en solo unas horas!

      En Navarrenx hay muchos peregrinos y mucho ambiente peregrino. Hay varios albergues y otros alojamientos para peregrinos. Y la iglesia de aquí entiende bien el Camino. La oración y la bendición en la iglesia funcionan como un maravilloso mecanismo de acogida.

      También hay en el pueblo un albergue llamado EL ALQUIMISTA. Es un lugar especial, diferente.. Una casona grande, con terreno en su parte posterior. Aquí hacen cena colectiva para todos. Hay un montón de pizarras con frases escritas en ellas. Aquí encontramos la solución a un pequeño misterio que nos ha venido acompañando durante los dos días anteriores. Aquí conocemos L´Alchimiste, el sembrador de frases. Un hombre de pelo blanco, de unos sesenta y pico años de edad, que habla pausadamente, que escribe con una pluma de las antiguas...


“Ce qui nést pas donné est perdu” (Mère Thérésa)
“Pour être libre: détache toi” (L´Alchimiste)
“Ton seul DEVOIR … c´est d´être heureux” (L´Alchimiste)
“L´imposible … reste à faire” (L´Alchimiste)
“Rassembler les contraires… cést créer l´harmonie” (L´Alchimiste)
“Le Chemin est beau … parce que tu le fais” (L´Alchimiste)
“La richesse d´une rencontré… vaut mieux… que de rencontrer la richesse” (L´Alchimiste)


     En este albergue no se cobra un precio estipulado. Cada peregrino deja lo que considera oportuno. Es un albergue de donativo.

      Navarrenx es un pueblo donde se vive el Camino. Las tiendas están llenas de cosas relacionadas con el Camino. Bares, albergues, calles… todo huele a Camino!

 

8-8-2014.- Navarrenx - Aroue.

“¡Qué poco me gusta caminar hacia atrás!”


     Duermo bien en Navarrenx. En el albergue, en la misma habitación que nosotros, hay un hombre que está enfermo y se pasa media noche tosiendo. Pero aún así duermo bien hasta las 4. A esa hora me despierto y veo que el hombre que estaba en la litera de al lado se ha ido con su colchón a dormir al comedor del albergue. ¿Por qué se ha ido? Por miedo a que el hombre que tose le contagie la gripe? ¿Porque no podía dormir con el ruido de la tos? ¿O quizás se ha ido porque es él el que ronca y no quiere molestar a los demás? Estas preguntas quedarán sin respuesta para siempre…

      Por la mañana nos levantamos a las 6. Es de noche. A las 7, ya de día, empezamos a caminar. Para hoy anuncian lluvias y tormentas, y por eso caminamos ligeros, con la intención de llegar pronto al destino para mojarnos lo menos posible.

     Salimos de Navarrenx cruzando un puente y luego seguimos por carretera hasta el primer pueblo. Alli está abriendo el primer bar, pero no nos paramos. Segumos caminando. Nos cruzamos con un cerdo que viene caminando tranquilamente por la carretera. Ignacio lo mira, sorprendido. ¿De dónde viene? ¿A dónde va? ¿Quién es? ¿Por qué camina así, libremente? Desde luego la imagen que tenemos en nuestra cabeza de la France del siglo XXI es muy diferente de esta que estamos viendo: un cerdo suelto, caminando, libre, por una carretera...

     Después pasamos por caminos de tierra muy agradables que atraviesan magníficos bosques. En Francia no hay eucaliptos, o al menos no se ven por esta zona. Los bosques son de árboles nobles. En algunos puntos a la vera del sendero una asociación de amigos del Camino ha plantado árboles frutales antiguos, con un letrero que dice que esa fruta está destinada a los peregrinos. A la vera del camino, incrustada en un árbol, veo una pequeña imagen de la Virgen. Un letrero pone: "Oratorio de Lourdes". Algunos peregrinos se paran aquí para rezar.

     Llegamos a Aroue al mediodía. La gîte comunal está completa. Hay un bar, en el que una chica, Alicia, habla español. Allí comemos. Luego ella hace algunas llamadas de teléfono hasta que nos encuentra plaza en un albergue: la gîte la Belle Vue. Está un kilómetro y pico más atrás.

      Después de comer caminamos hacia atrás, en busca del albergue. ¡Qué poco me gusta caminar hacia atrás! Hace un calor de tormenta. Un tramo de carretera cuesta abajo… y luego una tremenda subida a una pequeña colina. Allí, en la cima, está la gîte Belle Vue. Es cierto que tiene una bella vista. Es una casona antigua, propiedad de un matrimonio. Acogen en ella peregrinos. Es el único sitio de Francia donde nos piden que apuntemos nuestros datos. Da la impresión de que pertenecen a alguna asociación de amigos del Camino y que llevan una estadística. En todos los demás sitios de Francia no tenemos que registrarnos para nada. Es chocante que en este país que siempre hemos imaginado como un país controlado y lleno de burocracia administrativa… resulta que en este tema no hay ningún tipo de control. Parece que cualquier ciudadano puede hospedar peregrinos en su casa sin preguntarles ni el nombre. Incluso un día que nos hospedamos en una pensión no nos pidieron el DNI ni nos preguntaron ni el nombre… Nada. Curioso.

      En la Belle Vue encontramos a Katia. Una peregrina suiza que habíamos visto en Sauvelade… pero que luego había corrido más que nosotros. Al llegar aquí le gustó el sitio y se quedó un día descansando…

      Y la verdad es que tiene lógica, pues en la Velle Vue se está muy bien. Hay un ambiente muy familiar y acogedor. Y la casa tiene una finca grande alrededor y en ella una piscina. Una piscina echa a su manera, pero al fin y al cabo una piscina que se puede usar y que en un día de calor como hoy es una auténtica gozada. Me doy un baño. Totalmente solo. Toda la piscina para mi.

     Después me viene a la cabeza una frase que apunto en mi cuaderno: “Sólo los que han perdido los miedos pueden hacer algo importante”

      Muchos de los peregrinos que venían con nosotros en el día de hoy han seguido más adelante, hasta el pueblo siguiente. A la mayoría de ellos no los volveremos a ver nunca más. En el Camino esto es muy frecuente. El Camino nos enseña a decir “hola” y a decir “adiós”, nos enseña a despojarnos. No somos dueños de nada ni de nadie. Nada nos pertenece.

     Por la tarde cae una tormenta tremenda. Algunos rayos caen tan cerca que hacen retemblar la casa en la que estamos hospedados. Pero no me da miedo. En general no me dan miedo las tormentas. Quizás porque convivo con ellas desde la infancia y nunca me han hecho daño.

     En el albergue hay varios detalles simpáticos, como por ejemplo un letrero escrito detrás de la puerta del bajo en el que dice: “Ne pas tirer la chasse d´eau entre 22 h et 6 h. Merci pour ceux qui dorment”. Es algo que yo he pensado muchas veces, pero que nunca había visto escrito.

      En el albergue estamos muy poquitos: una madre con una hija y un hijo, Katia y una amiga, Ignacio y yo, y el matrimonio dueño de la casa. Es como una familia. Dormimos muy bien aquí.

 

 

9-8-2014.- Aroue - Ostabat.

“...el olor a humedad que hay aquí es profundo e indestructible"

"!Cómo se agradecen las señales que aparecen en los lugares y en los momentos en los que realmente son necesarias!"


     Desayunamos a las 7 y nos ponemos a caminar. La etapa de hoy es larga: más de seis horas, según la guía. Y nos dicen que no hay nada en medio para comprar agua y comida. Ni bares, ni tiendas, ni na de ná. Por eso cargamos con un poco de comida y agua. La mochila pesa un montón.

     La primera parada la hacemos en la Eglise d´Olhaïby, de la que un papel que hay en ella dice que es “la plus jolie petite église du pays basque”. Es bonita. Pero no creo que sea para tanto.

     Después seguimos nuestro camino. Y al cabo de un rato nos encontramos con una familia muy peculiar: un matrimonio joven con cinco hijas. Todas mujeres. Todas pequeñas. La mayor no creo que tenga más de 9 años. Y la más pequeña es un bebé que el padre lleva a su espalda, en una silla, como si fuera una mochila. Y la madre es superjovencita: no parece que tenga ni siguiera treinta años. Todos los demás peregrinos quedan admirados cuando los ven.

     Mientras camino voy meditando en estas frases:

     "!Cómo se agradecen las señales que aparecen en los lugares y en los momentos en los que realmente son necesarias!"

     "Duele más el miedo que el dolor".

     En un determinado momento el camino nos presenta dos alternativas. Una de ellas se anuncia como más corta. La escogemos. Y vamos siguiendo unas señales, que varios kilómetros más tarde nos llevan a un bar… ¡Vaya! Esta variante no solo es más corta… sino que además tiene bar… Por eso en las señales que hay en ella la califica como “Le bon chemin”. Me da la impresión de que el Camino verdadero es el otro, y que esta es una variante que se inventó el del bar para llevar a él los peregrinos… El que no corre vuela. Pero en cualquier caso se agradece que aparezca así un bar con el que no contábamos. Además al llegar al bar son las 11:45. ¿Y si comemos? ¡Pues comemos! Decidimos comer allí mismo. Tengo mucha sed y bebo un montón de agua, que está muy fresca y muy rica, y que además es gratis. Es frecuente en esta parte de Francia que en los bares te den agua del grifo gratis. El agua de por aquí es potable y buena. Y en los bares, al lado del grifo de la cerveza tienen otro igual para el agua… solo que la cerveza te la cobran y el agua no.

     A partir de ahí ya seguimos sin prisas. Nuestro destino es Ostabat. Cuando llegamos, a la entrada del pueblo encontramos un albergue. Pero un letrero dice: “complet”

      Seguimos caminando pueblo arriba hasta la iglesia. Allí al lado hay otro albergue, pero justo hoy está cerrado. Cerca hay una pensión. Preguntamos. Nos dicen que les queda justo una habitación. Nos quedamos.

     Al cabo de un rato llega la familia formada por el matrimonio y las cinco hijas. ¡Han hecho toda la etapa!. Es alucinante. En cuento llegan se dirigen a la iglesia, que está abierta. Entran en ella y se ponen a cantar. Cantar en familia, todos juntos, los padres y sus cinco hijas, después de haber caminado durante más de seis horas. Sus cantos salen por la puerta de la iglesia y se escuchan en la plaza. En el aire se corta la emoción. Cierro los ojos. Sonrío. Y me siento inundado por un montón de sensaciones. Me gusta. Me gusta mucho este momento.

      Salen de la iglesia y se van. No se cómo ni a donde. Es como si se esfumase una visión.

     Y el pueblo se queda mudo, oliendo a vacío.

      Teóricamente Ostabat es un pueblo en el que se juntas varios de los caminos de Santiago que recorren Francia. Pero a nosotros en esta tarde nos parece más bien un pueblo fantasma, que huele a nada y a nadie. Varias vacas, muchas moscas y algunos gatos. Gente escondida en sus casas. Un bar vacío. Un pueblo lleno de silencio. Teñido de ausencia.

     Me encuentro por la calle a la madre con los dos hijos. Andan buscando un cajero o algo que se le parezca, pues se han quedado sin dinero y no tienen ni para pagar el albergue ni para comprar comida. Lo malo es que buscar un banco es Ostabat es como buscar una vaca en el centro de París. En mi francés rústico y primitivo converso con ellos… y les ofrezco prestarles 50 euros, diciéndoles que me los pueden devolver mañana cuando lleguemos a S. Jean Pied de Port, si nos vemos; y que si no nos vemos ya me los devolverán de alguna manera. Ellos quedan muy sorprendidos. Pero al final aceptan agradecidos. Quizás porque no tienen ninguna otra solución. Yo quedo muy satisfecho y este acto de generosidad con unas personas casi desconocidas me hace sentir genial.

      Por la tarde bajamos hasta el albergue que está abierto, para conversar un poco con los peregrinos que hay allí y con el hombre que lo atiende. Casi todos los peregrinos son mujeres. Dos chicas de París, ambas llamadas Alicia; la madre con la hija y el hijo; otras tres mujeres que van juntas… Hay un ambiente agradable aquí, en el albergue. Es como si fuera un mundo muy diferente al mundo del pueblo.

      Por la noche me siento un rato en la calle, delante de la puerta de nuestra pensión. Y observo algo que me gusta: la dueña de nuestra pensión va a la casa de una vecina que vive sola y que hoy no se encuentra bien. Le lleva unas pastillas. Le ayuda a acostarse. Y se queda en la calle un rato largo, mirando a la casa, hasta cerciorarse de que la señora se ha quedado dormida y no se queja de nada. En medio del silencio y de la oscuridad de la noche la escena de la mujer mirando a la ventana de la vecina es impresionante y sobrecogedora. Es la solidaridad de los pueblos.

     La noche se vuelve cada vez más oscura. Y toca irse a la cama. La verdad es que no me apetece meterme en la habitación que nos han asignado para esta noche. Estamos hospedados en una casa vieja, en una habitación del año 1816, con telarañas de esa misma época; está en la planta baja y tiene mucha humedad. Huele a cerrado. Quizás hace muchos meses que no se abre. ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que alguien entró por última vez en esta habitación? En una pared hay un armario con dos puertas de madera. No nos atrevemos a abrirlo. Vete tú a ver lo que hay dentro. Dos catres en el suelo. Una ventana directamente hacia la calle, a la altura de la cabeza de las vacas… Todo nos retrotrae a la infancia… ¡a la infancia de nuestros abuelos!... Por más que intentamos abrir la ventana y ventilar… descubrimos que el olor a humedad que hay aquí es profundo e indestructible.

     Como no queda más remedio nos acostamos. Empiezo a sentirme un poco incómodo. La nariz entaponada. No sé si es alergia o resfriado. Pero estoy muy incómodo. Empiezo a sudar. Parece como si tuviera fiebre.

     A medianoche estalla una tremenda tormenta. Rayos y truenos. El pueblo se estremece y parece como si se desgarrara. Y luego el diluvio. Se va la luz en la casa. Me asomo a la ventana y compruebo que en realidad se ha ido la luz en todo el pueblo. Todo es oscuridad. Oscuridad profunda y dolorosa.

     Tengo ganas de ir al baño. Está en la planta de arriba. Tengo que subir a oscuras por una vieja escalera de madera.

      Luego me vuelvo a meter en la cama. En un momento estoy ya de nuevo empapado de sudor. No puedo dormir. La humedad me está entumeciendo los huesos. Los minutos pasan muy lentamente. La noche es negra y se está volviendo interminable. Va a ser una de las noches más largas de mi vida…

 

NOTA: Está claro que la visión que doy de Ostabat es totalmente subjetiva y está condicionada y determinada por mi situación personal en ese momento. Estoy convencido de que Ostabat no es realmente así como yo lo vivo ni como yo lo cuento. Y para prueba mirad y leed esta imagen.

 

 

10-8-2014.- Ostabat - S. Jean Pied de Port.

“Estar enfermo en el extranjero es mucho más doloroso que estarlo en el propio país”


     Un día duro.

     He dormido fatal. Acatarrado. Con picor de garganta. Con la nariz entaponada. Sin poder respirar. Sudando toda la noche, empapado en sudor. La noche se me hizo interminable. La única alegría de toda la noche fue el sonido del despertador. Me quedé dormido un poquito a las diez. Pero pronto vino una enorme tormenta de rayos, truenos y granizo que me despertó. La tormenta además dejó la casa a oscuras. Todo se volvió lúgubre y tenebroso. Cada poco miraba la hora en el móvil. Los minutos pasaban muy lentamente. Fue una noche realmente mala en un lugar verdaderamente desapacible. Resfriado. Carraspera de garganta. Fiebre y sudor. Noche eterna. Esta de Ostabat fue para mi una noche infinitamente oscura.

      Cuando suena el despertador a las 6:30 me siento aliviado. No me encuentro bien, pero quiero salir de aquí. No quiero quedarme en esta cama ni un minuto más. El pueblo sigue sin luz. Nos levantamos a tientas.

     Vamos al desayuno. Como tres o cuatro tostadas y me pongo a caminar. Ignacio se queda desayunando con unos franceses. Yo me voy, solo y a prisa. Tengo ganas de llegar a S. Jean Pied de Port, para buscar una farmacia y tomarme algo que me baje la fiebre.      

     Camino sin parar. Casi todo el tiempo solo. Adelanto a algunos peregrinos a los que saludo sin pararme a hablar con ellos. Tengo ganas de llegar. Tengo la nariz tan atascada que me cuesta hablar.

     Al llegar a S. Jean busco una farmacia. Cuando la encuentro veo que está cerrada. Es domingo. Entonces pregunto por la farmacia de guardia. En ese momento aparece Ignacio que acaba de llegar. Una buena mujer le dice a su marido que nos monte en su coche y que nos lleve hasta la farmacia de guardia, pues solo faltan cinco minutos para que cierre y está un poco lejos. Nos llevan. Se lo agradezco de corazón.

     Ya en la farmacia, pido couldina. Tengo mono de tomarme una couldina. Pero eso en Francia no existe. Al final me dan unos sobres que llevan paracetamol.

      Acto seguido buscamos donde dormir. Allí cerca está la gîte Compostela. Hay sitio. Le digo a la señora que estoy resfriado y que si tiene alguna habitación solo de dos mejor. Y efectivamente la tiene. Nos la asigna. Le digo a Ignacio que si quiere que duerma en otro sitio, no vaya a ser que le contagie el resfriado, o la gripe o lo que tenga, pues todavía no sé muy bien lo que tengo. Pero él dice que no, que no pasa nada, y que no tiene miedo al contagio…

      Nos vamos a comer algo, Y yo me vuelvo a la gîte y me meto en la cama. No me encuentro bien. Y necesito descansar. Mañana es la “etapa reina”, la subida desde S. Jean a Roncesvalles.

     Tengo un poco de miedo a hacer esta etapa en estas condiciones. Es una etapa dura. Y no me encuentro nada bien. Lo prudente sería que me quedase un día en la cama descansando. Pero no sé si dentro de un día voy a estar mejor o peor. Le doy vueltas a las cosas en mi cabeza. Parece una imprudencia meterme a esta etapa en estas condiciones. Pero por otra parte no quiero quedarme más tiempo en Francia. Tengo ganas de llegar a España. Estar enfermo en el extranjero es mucho más doloroso que estarlo en el propio país.

     Decido no pensar más. Esperar a ver como duermo esta noche. Y decidir al despertar.

      Salgo con Ignacio a cenar algo. Cuando vamos por la calle, desde un bar salen corriendo los hijos de la francesa a la que ayer les dejé los cincuenta euros. Me paran. Me saludan. Me acerco hasta donde está su madre para saludarla. Y me devuelve los 50 euros. Está muy agradecida.

     Después de cenar me vuelvo rápidamente a la cama. Alternando con el paracetamol me he tomado también un Nuebrufen 600 y noto alguna mejoría. Pero sigo estornudando y sintiéndome febril y griposo.

     Me meto a la cama. Quiero descansar algo. Me sigue dando miedo la etapa de mañana. 8 horas subiendo montañas solitarias con la mochila y con la fiebre a cuestas.

     Me paso toda la noche sudando. Cambio el pijama por una camiseta. Pero no sirve de nada: en un momento vuelve a estar empapada de sudor. Pero aún así consigo dormir algo.

      Nos despertamos a las 6:30. Por delante se presenta una etapa dura, difícil y exigente. ¿Es una irresponsabilidad ponerme a hacer esta etapa estando griposo y febril y después de haberme pasado dos noches durmiendo fatal? Parece una imprudencia. Pero en este momento no contemplo otra opción.

 

11-8-2014.- S. Jean Pied de Port - Roncesvalles.

"Me acarician sensaciones vestidas de misterio"

"La niebla agranda la soledad"

“...es un placer poder hablar con alguien que entiende el castellano...”

"Es maravilloso no tener fiebre"

     A las 7 estamos caminando. Le doy la cámara de fotos a Ignacio. Hoy no tengo fuerzas para hacer fotos.

     Me pongo a caminar a buen paso. Ignacio se queda atrás. Yo sigo. Paso Huntto. Después de unas rampas muy duras llego al refugio de Orisson. Allí me paro a tomar algo. Pido un bocadillo y un zumo de naranja natural. El zumo me sabe a gloria. El bocadillo lo parto en dos. Me como la mitad y reservo el otro trozo para Ignacio. Cuando llega se lo doy y cojo la mochila y empiezo de nuevo a andar.

     Ignacio se queda desayunando. Yo me voy solo, adentrándome en la montaña y en la niebla. Está lloviznando. Después de llevar una media hora caminando solo, sin ver a nadie, paso un buen rato sin ver ninguna señal. Empiezo a pensar en si me habré perdido. ¿Qué hago? Sigo o vuelvo atrás. Dudo un rato. Pero decido seguir.
Solo. Absolutamente solo. Enterrado en medio de una niebla espesa. El silencio es enorme. La niebla agranda la soledad. Sigo caminando. Y al cabo de un tiempo que me parece eterno veo de nuevo una señal del camino. Pone claramente RONCESVAUX. Estoy en el buen camino.

     Sigo andando. La soledad es tremenda. Estoy en medio de la montaña. La niebla me rodea por todas partes. Huele a nadie.
Empiezo a darle vueltas a mi cabeza. ¿Y si apareciese una manada de lobos hambrientos? Podrían atacarme, matarme, comerme… y nadie se enteraría… La razón responde tímidamente: los lobos normalmente no atacan a los humanos… “Normalmente”. Pero… ¡Uf! ¿Huele a miedo? No. Respiro profundamente. Solo huele a niebla y a silencio. El miedo es otra cosa. Me acarician sensaciones vestidas de misterio.

     Mucho tiempo después veo un bulto que se mueve a lo lejos, delante de mi, en la carretera. Poco a poco me voy acercando a él. Cuando lo alcanzo lo saludo: es un peregrino japonés que arrastra pesadamente sus pies. Le saludo. Paso delante de él. Sentir cerca una presencia humana me tranquiliza y reconforta. Camino despacio durante un buen rato para no alejarme demasiado de él. Me gusta sentir su compañía a mis espaldas. Es como una sensación de protección.

     Al cabo de un buen rato aparecen dos peregrinos jóvenes que caminan muy rápido. Nos adelantan. No intento seguir su paso porque sé que no es el mío y que me agotaría enseguida. Nadie debe seguir el paso que no le corresponde.

      Más arriba encuentro a otra peregrina que se ha parado a comer algo. Muy cerca una furgoneta parada al lado del Camino vende fruta y bebidas. Poco a poco la montaña se va sembrando de presencias humanas. No me paro. Sigo avanzando entre la niebla. Ya falta menos de la mitad de la etapa.

     Un poco más adelante me encuentro a tres peregrinas españolas. Tres chicas madrileñas. Son agradables. Adapto mi paso al suyo y caminamos hablando. Después de seis días en Francia, teniendo sólo conversaciones básicas, llenas de monosílabos… es un placer poder hablar con alguien que entiende el castellano… ¡Qué gozada poder hablar español! ¡Qué maravilla poder mantener una conversación normal! Un placer poder dialogar sin tener que hacer grandes esfuerzos… Hablar y escuchar, esto que hacemos todos los días, ¡qué maravilloso es!

     Un letrero dice que falta 8 km y poco para Roncesvalles. En este momento le pierdo el miedo a la etapa. Ocho km ya no me asustan.

      Hasta este momento, caminar era luchar contra la montaña, contra la niebla, contra mi gripe y contra mis miedos… Pero a partir de aquí, caminar se convierte en algo agradable. Caminar es conversar. Sentir el camino hermoso y la meta cerca… Y perder el miedo. Y confiar…

      Coronamos la montaña y empezamos a bajar. El descenso es empinado, por un bosque precioso. La luz empieza a despertar en medio de la niebla.

      Bajando dejo que mis piernas se suelten… Avanzo a pasos largos… y dejo atrás a las tres chicas.

     Llego al fin a Roncesvalles. Me siento cansado. Estoy febril. Me toco la frente y noto que me arde. Me gustaría tumbarme en una cama. Pero espero a que llegue Ignacio, porque es él el que lleva las credenciales. Tarda un poco más de media hora. Este tiempo me parece una eternidad.

      Entramos en el albergue, dejamos las cosas, y sin ducharnos y sin lavar la ropa nos vamos a comer. Pasa ya de las tres y media de la tarde. Tardan muchísimo en servirnos la comida. Sigo sintiéndome febril. Mal. Al terminar de comer me tomo un paracetamol y me voy a la litera y me tumbo a descansar.

      Una hora después empiezo a sentirme mejor. Me levanto y vamos a dar un paseo. Entramos en la Colegiata. Hay gente rezando. Está sonando el órgano. Es el momento de la oración por la paz. Siento una emoción muy bonita y muy intensa dentro de mí. Bajamos a la cripta. Y subimos a la iglesia de nuevo. Y nos quedamos largo rato escuchando la música. Me siento muy bien. El sonido de la música genera en mi interior una profunda y hermosa vivencia espiritual. El tiempo va pasando.

     Cuando salimos de la colegiata nos volvemos a encontrar con las tres chicas madrileñas: Marta, Miriam y Elena. A las 19 vamos a cenar a uno de los dos bares que hay en Roncesvalles. Nos sentamos a la mesa con las tres chicas de Madrid y con otro peregrino que viene desde Le Puy y que acaba hoy aquí su peregrinación de este año. Ha hecho todo ese recorrido en 20 días, a una media de más de 30 km diarios. La cena resulta muy agradable.

      A las ocho de la tarde vamos a la misa a la colegiata. El evangelio se lee también en italiano. Al final de la misa todos los peregrinos, que somos muchos, nos acercamos al altar y recibimos la bendición en varios idiomas. Es un acto sencillo y bonito, tanto para creyentes como para no creyentes. La vivencia espiritual agrada y enriquece a todo ser humano, sea creyente o no.

      A continuación nos regalan una visita guiada por el Claustro, por la zona de los rosetones y los contrafuertes, por la cripta… Nos van explicando cada cosa…

     Y acto seguido nos vamos a dormir. El albergue está genial. Las literas están en grupos de 4 camas. Encima de mí duerme una chica coreana. Parece muy jovencita. Habla inglés. Su voz suave y serena muestra que es una persona cordial y amable. Y tiene una mirada y una sonrisa que transmiten paz y bienestar. Y en la litera de debajo de Ignacio está una señora catalana que es también agradable. Hablamos los cuatro durante un rato antes de acostarnos. Se crea un clima de confianza. Así nos vamos a sentir más cómodos y vamos a dormir mejor. Siempre es importante conocer un poco a las personas con las que se va a compartir habitación.

     Me acuesto y me siento cómodo. No sudo. No tengo fiebre. ¡Es maravilloso no tener fiebre!

      Duermo muy bien.

12-8-2014.- Roncesvalles - Zubiri.

"Siempre hay alguien que tiene sal"

"La comida compartida siemrpe sabe mejor"

"Siento dentro de mí, en lo más profundo, un intenso olor a felicidad que me recorre y me hace casi estremecer… "

"La juventud es contagiosa"

 

     A las seis empiezan a sonar los despertadores. Alguien enciende las luces. Nos levantamos. Todos los cuatro del compartimento hemos dormido muy bien.

     La etapa es un bonito paseo. ¡Qué diferente de Francia! Allí caminábamos casi siempre por carretera, sobre asfalto. En cambio aquí, en Navarra, el Camino va casi siempre sobre tierra.

     Esta etapa es la primera del Camino que hice en mi vida, en el 2001, cuando nací como peregrino, hace trece años. Ahora la estoy repitiendo. Y hoy me está resultando mucho más amable y llevadera. Entonces la sufrí. Hoy la disfruto.

      Paramos en Zuiri. Mientras miro al río desde el puente de la Rabia… aparece la chica coreana… Nos miramos. Nos saludamos. Nos sonreímos. Le regalo una pieza de fruta. Ella me regala unas galletas. Y nos despedimos. Ella sigue hasta Larrasoaña. Es posible que no volvamos a venos nunca jamás. Pero el Camino es esto: hare mae, hare ra, kia ora (Nos encontramos, nos saludamos, nos decimos adiós). Y no importa, porque así es el Camino y así es la vida: don, libertad y desapego… Nada nos pertenece. Todo es un regalo. No somos dueños de nada…

      En Zubiri buscamos el albergue… Hay sitio. Dejamos las cosas y nos vamos a comer algo. A la vuelta ducha y lavar la ropa. Hay un buen tendedero, lo cual es un punto muy importante.

     Además el albergue tiene un patio con unas mesas. Un lugar de convivencia. Otro punto fundamental para que sea un albergue acogedor, donde se pueda sentir la hospitalidad, la solidaridad y el espíritu peregrino…

      A media tarde me llevo una agradable sorpresa: las tres chicas de Madrid también están en este albergue. Pasamos un rato conversando con ellas y con Pere, un peregrino catalán. Y a última hora de la tarde decidimos hacer una cena colectiva en el albergue. Fruta y ensalada. Que cada uno compre algo en el supermercado y luego lo ponemos en común… La comida compartida siempre sabe mejor.

      Al hacer la ensalada de tomate tenemos un pequeño inconveniente: no tenemos sal… Pero hay un montón de peregrinos en el patio, sentados en otras mesas… Pregunto: ¿Alguien tiene sal?

     Leila, una chica catalana, nos ofrece un salero con sal negra. Es sal del Himalaya. Se la trajo su madre cuando estuvo allí de viaje… ¡Tenemos ensalada de tomate navarro con sal del Himalaya! El compartir nos inunda de alegría. El primer trozo de tomate es para Leila. Y luego empezamos a servirnos los demás. Siento dentro de mí, en lo más profundo, un intenso olor a felicidad que me recorre y me hace casi estremecer…

     Estamos cenando Ignacio, Pere, Isabel (una chica de Logroño), Marta, Miriam, Elena y yo. Luego se sienta también a la mesa Leila, la chica de la sal.

      “Siempre hay alguien que tiene sal”

      Son momentos de luz.

     Con el corazón lleno de bienestar me voy a la cama.

     Duermo bien.

     Y descubro lo maravilloso que es poder dormir una noche entera sin estar empapado de sudor.

     No tener fiebre, conversar en castellano, dormir sin sudar... Lo ordinario y cotidiano se convirtió en maravilloso.

 

13-8-2014.- Zubiri - Pamplona.

"Los días no se pueden fotocopiar"


     Un día muy extraño.

     Me levanto bien. Bebo agua. Como fruta. Y empiezo a caminar.

     En estos primeros momentos del día me pongo a reflexionar: Hoy toca volver a poner el contador a cero. Ennadarse una vez más. Porque la referencia de ayer ya no vale. El día de ayer es irrepetible. No sirve de nada que intentemos reproducir la felicidad de ayer. Hoy es otro día y tenemos que partir otra vez desde la nada y vivir el día de hoy como un día nuevo y diferente. Cada día es un regalo único, nuevo y diferente y merece ser vivodo con cariño y con ilusión. Por muy bonito que haya sido un día, no intentes repetirlo, porque la copia siempre te saldrá mal. Cada día merece ser vivido por si mismo y merece ser escrito en una nueva página en blanco. Los días no se pueden fotocopiar.

 

     Al cabo de un rato me encuentro a Ignacio. Caminamos juntos durante un rato. Y luego nos volvemos a separar. Hace frío. A veces llovizna. Y en otros momentos sale el sol y hace calor. Tiempo inestable y cambiante. Desapacible y desagradable.

      La etapa es incómoda.

     Llego a Pamplona muy cansado. Albergue (de Jesús y María, al lado de la catedral). Ducha. Comida. Y siesta.

     Me duelen las piernas un montón. Hablo con otros peregrinos. Todo el mundo se encuentra fatal. Muchos tienen dolores de rodillas. Ha sido una etapa muy extraña.
En torno a las siete de la tarde me encuentro a la entrada del albergue con una chica italiana que se encuentra totalmente perdida. Ha venido desde Italia para hacer el Camino, pero todo le ha salido al revés. Está pensando en dejarlo ya antes de empezar y volverse a su país. Hablo con ella. Me cuenta su historia. La escucho. La comprendo. Empatizo con ella. Quiero ayudarla. Creo que por lo menos debe empezar y darle una oportunidad al Camino.

     No tiene sitio en el albergue. Le proponen caminar hasta Zubiri, cuatro kilómetros, para ver si allí queda sitio. Pero le parece un mundo. Le digo que puedo dejarle mi litera e irme yo hasta Zubiri. Ya he descansado un rato y me siento con fuerzas para caminar ahora cuatro kilómetros. Pero no acepta. Le proponen irse a la pensión Otano donde le darán una habitación por 40 euros. Pero le parece muy caro…

     Mientras estamos hablando, buscando soluciones, llega una peregrina alemana. Una chica joven. Llega cansada, con su mochila a cuestas… Pregunta si quedan camas. La respuesta es “no”. ¿Dónde puedo ir a dormir? En ese momento al que atiende el albergue se le enciende una luz: “hay ahí otra chica italiana que también busca habitación… si vais las dos juntas a la pensión Otano osa dan una habitación doble por 40 euros, que repartido entre las dos os sale a 20 euros cada una”. “OK”, dice la alemana. A la italiana también le parece una buena solución. Y se van juntas… Así es el Camino: dos personas de diferentes países, que no se conocen de nada, se encuentran y al instante deciden irse a dormir las dos juntas en la misma habitación...

     (Unas horas más tarde la chica italiana me envía un sms en el que me dice: "Hemos tomado tapas y vino rojo... y ahora todo parece más facil y bonito". Y varios días más tarde recibiré un sms en el que me cuenta que sigue en el Camino y que está empezando a encontrarle sentido…)

     Salgo con Ignacio a tomar unos pinchos. Pero al cabo de un rato yo siento frio y me vuelvo para el albergue. Sigue estando el día desapacible. Me meto pronto en la cama.

      Marta, Miriam y Elena están también en este albergue. Pero no coincido con ellas. Leila se ha perdido y al final ha llamado a unos familiares que tiene en Navarra y la han ido a rescatar en coche y la han llevado hasta su casa.

     Hoy es un día extraño. Pero mañana será otro día: el último de nuestro camino de este año.

 

 

14-8-2014.- Pamplona - EUNATE - Puente la Reina.

"Hoy quiero ser libre, hoy quiero ser feliz"

"El exceso de señales atonta"

"Esto es lo que más me gusta del camino: ayudar"

"Y así, con una sensación de ir caminando por el aire, llego a Zariquiegui. La iglesia está abierta. Entro. Está sonando una música muy suave, a un volumen muy bajo. Cierro los ojos. Me siento en un banco y dejo que la música me recorra por dentro. Todas mis cédulas bailan lentamente. Tengo un momento de profunda vivencia espiritual, una sensación genial de unidad conmigo mismo y con el universo entero a través de la música"

"Son un cielo de niñas. Tienen una mirada franca, directa y sincera. Su corazón late en la frecuencia de las personas buenas"

"Me siento ligero. Nada me pesa"

"Siento una intensa sensación de libertad"

"siento como una hermosa energía me recorre por dentro"

"Son muy bonitos los abrazos amarillos. Esos abrazos que no buscan nada. Que solo quieren expresar cariño y transmitir bienestar y energía positiva"

"No busques a otra persona para que te haga feliz. Búscate a tí mismo y encuentra la alegría y la felicidad dentro de tí"

 

     Día perfecto. A las seis de la mañana, cuando me despierto, pienso: hoy quiero ser libre, hoy quiero ser feliz. Lo pido solo para hoy. Mañana no existe todavía.

     Me siento bien. No me duele nada. Lentamente, sin prisas, sin hacer ruido, sin encender la luz, voy preparando la mochila. Bajo a la calle. Bebo un poco de agua.

     He dormido bastante bien, dentro de una iglesia, en el albergue de Jesús y María. Casi enfrente del albergue hay ya un bar abierto. ¡Y tiene zumo de naranja natural! Me pido uno. Me sabe a gloria.

     Empiezo a caminar lentamente por Pamplona. Sigo las señales que están incrustadas en el suelo. Aquí parece imposible perderse. Cada cinco metros hay una señal. Pero el exceso de señales atonta.

     Hace muy buena temperatura para caminar. Está empezando a amanecer. Cruzo la ciudad sin prisas. Un paseo agradable en compañía de otros peregrinos. Paso por el Campus Universitario. al lado de la Universidad donde estudié hace treinta años. Un lugar lleno de recuerdos maravillosos.

     Un rosario de peregrino abandona Pamplona y avanza hacia Cizur. A la llegada un cartel nos indica que aquí podemos ver la Iglesia de San Miguel y la Iglesia Sanjuanista, ambas del siglo XII. Las miramos desde lejos, sin detenernos. Otro cartel non anuncia el albergue de peregrinos Maribel Roncal. Maribel es una mujer que lleva más de treinta años promoviendo el Camino de Santiago. Toda una institución.

     Isabel va hablando con un peregrino mejicano que casi la dobla en altura. Es un grandullón con una mochila también grande. Todo guarda proporción. Por detrás de nosotros aparecen dos chicas, una francesa y una alemana. Van hablando en inglés. Me junto con ellas y vamos conversando durante un buen rato. Cuando hay buen entendimiento mi inglés funciona bastante bien. Ignacio se pone a hablar con un peregrino francés muy majo. Y resulta que vive al lado de Arthez de Bearn, el pueblo donde hemos empezado este año a caminar. Al instante hacen buenas migas. Hablan de la región de Francia por la que hemos estado caminando: muy bonita pero toda igual, cada día el paisaje parece una fotocopia del paisaje del día anterior. El francés lo explica muy gráficamente: son las Landas, maíz por la derecha, maíz por la izquierda, maíz delante y maíz detrás. Quizás exagera un poco. Pero es una manera muy gráfica para describirlo.

     Casi sin darnos cuenta pasamos Cizur. Pasamos al lado de campos de girasoles. Son perezosos. No tienen prisa por despertarse.

     Encuentro a una chica que camina con dos bastones. La observo desde atrás. Camina recta, erguida y equilibrada. Normalmente la gente que lleva dos bastones camina mejor, más elegantemente, más armoniosamente, más equilibrada... Cuando la alcanzo hablo un rato con ella. Hoy me siento a gusto con todo el mundo.

     Un poco más adelante me encuentro al abuelo que camina con su nieta. La niña va cansada. Estamos subiendo una pequeña cuesta. Le cojo la mochila a la niña y se la llevo durante un rato. Cuando llegamos a lo alto de la cuesta se la devuelvo... Esto es lo que más me gusta del camino: ayudar.

     Y así, con una sensación de ir caminando por el aire, llego a Zariquiegui. La iglesia está abierta. Entro. Está sonando una música muy suave, a un volumen muy bajo. Cierro los ojos. Me siento en un banco y dejo que la música me recorra por dentro. Todas mis cédulas bailan lentamente. Tengo un momento de profunda vivencia espiritual, una sensación genial de unidad conmigo mismo y con el universo entero a través de la música.

     Abro los ojos. Veo a otros peregrinos sentados en silencio, con cara de estar en el cielo. Puy, la mujer que se ofrece voluntaria para tener la iglesia abierta y para acoger en ella a los peregrinos, nos mira y nos sonríe... Nos pregunta si queremos sellar la credencial. Estamos en la iglesia de la PARROQUIA DE SAN ANDRES DE ZARIQUIEGUI. En el retablo mayor, además del patrón, hay una imagen de una virgen con el niño en la que María sonríe dulce y suavemente. Es una talla gótica. Y su sonrisa me parece maravillosa.

     En un lateral hay una escultura en piedra de Santiago Apóstol. Puy nos cuenta que esta escultura apareció enterrada en el suelo, y que la encontraron cuando hicieron unas obras en la iglesia, hace unos años.

     En un banco de la iglesia hay unos papeles en los que en varios idiomas se puede leer un texto que dice así:

"La meditación de un peregrino a Santiago.

Señor: quiero hacer un buen Camino de Santiago. Me tienes que ayudar un poco.

...

1. Cada mañana al comienzo del día cuando el sol está saliendo procuraré tener un rato en silencio para dedicártelo sólo a ti. Serán 15, 20 o tal vez 30 minutos. Quiero ser generoso contigo, Señor.

Te contaré mis alegrías y penas, Te hablaré de mis amigos, familiares; de aquellos que están sufriendo, de aquellos que necesitan mi oración. Cada vez que vea una imagen de tu amigo Santiago le pediré que me ayude con estas intenciones.

También te contaré mis sueños e ilusiones, mis proyectos para la vida; te pediré que me des luz.

También te contaré mi fe o mi falta de ella, En esto me tendrás que ayudar un poquito. Seguro que me puede ayudar el leer las páginas del Evangelio donde se cuenta tu vida y tu ejemplo para todos. Te preguntaré por la fe cristiana y católica y que me digas que relación tienen contigo, y conmigo....

2. Al llegar a los albergues o refugios es el momento de vivir la caridad con los demás.

Seré amable con todo el mundo y educado con aquellos que los regentan.

No quiero ser exigente sino más bien agradecido.

Es hora ya de quitarme caprichos y tonterías de mi vida. Quiero purificar un poco mi vida en este camino que hago por ti. Estaré atento y sabré ceder el paso a los demás, en la ducha, en la cocina, a la hora de sentarme,… no me cogeré la mejor litera. En tantos momentos puedo demostrarte que sé querer a los demás...

Seré educado con las opiniones contrarias; sabré hablar poco y escuchar mucho. Me preocuparé de las condiciones que veo en los demás compañeros y peregrinos, no vaya a ser que necesiten algo de mí y no me esté dando cuenta… En todo esto puedo recordar las palabras que tú dijiste y San Pablo nos recordó: “Hay más alegría en dar que en recibir”.

3 Llegada la tarde procuraré buscar alguna iglesia abierta, hay tan pocas.. Me informaré de a que hora son los servicios religiosos. Intentaré vivir la Eucaristía, La misa. (que es la renovación de la última cena de Jesús) acercándome a la Comunión (el Cuerpo y la Sangre tuyas) sólo si vivo en comunión con la iglesia católica, con el Obispo de Roma, el papa y con el alma limpia de pecados graves. No puedo recibirte en la comunión desconociéndote o con el alma sucia... Sería una traición.

4 También en este camino de Santiago quiero contrastar mi fe con otros. En cualquier parroquia capilla o catedral buscaré un cura (Santiago fue uno de los doce primeros ...) y le hablaré de mi vida cristiana o religiosa, mis fracasos, alegrías, problemas, inquietudes, dudas y errores. Seguro que alguna cosa aprendo y algún error enmiendo.

Hay que tener en cuenta que la mitad de los problemas se van cuando se cuentan.

También haré una buena confesión de mis pecados, y si no soy católico por lo menos comentaré mis faltas. Quiero volver a casa renovado y con algún propósito firme de ser mejor.

5 Ya voy comprobando señor que este camino es mejor hacerlo con poco peso en la mochila. También el camino de la vida, por tanto durante este camino o al final del mismo haré una generosa limosna a alguien que lo necesite, como signo claro de que el verdadero tesoro de mi vida eres tú, Jesús.

Santa María, Madre de Dios y apóstol Santiago acompañadme en este camino"

 

     Estamos mucho rato en la iglesia, porque se está muy bien. Después vamos a un bar y nos pedimos un bocadillo de pan con tomate y aceite. Lo partimos a la mitad. Ignacio saca una bolsa en la que tiene salchichón que ha comprado ayer y se lo metemos también dentro al bocadillo. Lo compartimos todo. Sabe divinamente.

     Sin prisas empezamos de nuevo a andar y retomamos el camino. Pasamos por delante de otro bar y allí nos encontramos a nuestras tres amigas madrileñas, Elena, Marta y Miriam, que están sentadas tomando algo. Las saludo. Sus sonrisas me detienen... Me quito la mochila, me paro, y me siento un rato a conversar con ellas... ¿Para qué voy a seguir caminando si aquí, con ellas, me siento genial?. Son un cielo de niñas. Tienen una mirada franca, directa y sincera. Su corazón late en la frecuencia de las personas buenas. El verlas sonreír me hace sentir intensamente feliz. Y esto es lo que quiero. No necesito nada más.

     Cuando terminan de desayunar y se ponen las mochilas para empezar a andar les pregunto si han entrado en la Iglesia. Me dicen que no. Les pido que lo hagan. Y las acompaño. Entramos juntos en la iglesia. Sigue sonando la música. Ellas se ponen a leer el texto relativo a La meditación de un peregrino a Santiago. Yo me siento de nuevo en un banco. No sé lo que estarán sintiendo en su interior. Pero sus caras transmiten una bella expresión de paz y felicidad.

     Subo con ellas caminando hasta el Alto del Perdón. La subida me parece suave. No hace calor. Me siendo ligero. Nada me pesa. Mi cuerpo, mi ropa, mi mochila... parece como si todo se hubiera vuelto de seda y algodón...

     En el Alto del Perdón nos hacemos unas cuantas fotos. Luego en la bajada ya voy a mi paso. Ellas bajan más despacio. Hace trece años hice esta bajada sintiendo un gran dolor de rodillas... Hoy bajo casi saltando... Voy haciendo fotos a los peregrinos que van por delante. En un momento me encuentro a un italiano que va escuchando música en su móvil... Y empiezo a bailar mientras camino al son de esa música... él hace lo mismo... Siento una intensa sensación de libertad...

     Sigo caminando hasta llegar a Muruzabal. Allí me encuentro a Ignacio que me está esperando con el francés y con Isabel para ir a Eunate. En un bar compramos un bocadillo para cada uno con la intención de comerlos en Eunate. Otros cuatro peregrinos se apuntan para ir a Eunate con nosotros. Vamos rápido porque nos enteramos de que la ermita cierra a las dos y es la una y media. Llegamos diez minutos antes de que cierre. Entramos. Magia, silencio y música. La música muy bajita, casi inaudible... Como si saliera de lo más profundo de la tierra. Observo el interior de la ermita. Y siento como una hermosa energía me recorre por dentro.

     Iglesia de los templarios. Planta octogonal. Eunate, la de las cien puertas. Treinta y tres arcos la rodean: un número igual al de los años que duró la vida de Jesús. 33*3=99, más una puerta de entrada da como resultado el número 100: las cien puertas.

     Cuando llega la hora de cerrar la iglesia, salimos para fuera. Y nos quedamos un buen rato en el exterior, observándola. No tenemos prisa. Ignacio se da cuenta de que se ha dejado las credenciales y los billetes de tren olvidadas en el bar de Muruzabal. La señora que atiende la iglesia de Eunate se ofrece a llevarle en su coche hasta Muruzabal para que las recoja. Y se van.

     El francés e Isabel empiezan a caminar hacia Puente la Reina. Yo me quedo un rato más en Eunate. Me siento muy bien. Y justo cuando me voy a ir llegan las tres amigas madrileñas junto con otros dos peregrinos más, amigos de ellas. Me quedo un rato charlando con ellos. Ya saben que la ermita ha cerrado a las dos. Pero saben también que a las cuatro la vuelven a abrir. Se van a quedar aquí hasta que abra. "Tenéis algo para comer?", les pregunto. Unas almendras, alguna fruta... Yo les doy mi bocadillo, para que lo compartan.

     Y al cabo de un rato empiezo a caminar, solo y feliz, en dirección a Puente la Reina.

     Cuando llego al albergue REFUGIO DE LOS PADRES REPARADORES me está esperando Ignacio. Hay sitio en el albergue. Genial. Dejo la mochila y me encuentro a Leila, que me da un abrazo grande y amarillo. Son muy bonitos los abrazos amarillos. Esos abrazos que no buscan nada. Que solo quieren expresar cariño y transmitir bienestar y energía positiva.

     Leila tampoco ha comido. Son casi las cinco de la tarde. ¿Encontraremos un sitio para comer algo? Seguro que sí! En el primer bar nos dicen que la cocina está cerrada. En el segundo la cocina también está cerrada, pero el chico que atiende el bar tiene un buen concepto de la vida, ama su trabajo, y ante la pregunta de si ¿será posible comer algo a pesar de la hora que es? responde que sí. Juntos llegamos a la conclusión de que lo mejor es una buena ensalada y unos huevos fritos. Y la verdad es que funciona. Está todo riquísimo. Y más si se tiene en cuenta que la comida está además aliñada por una conversación profunda sobre cuestiones esenciales de la vida. Es un momento de los que valen la pena.

     Después de comer volvemos al albergue. Conversamos. Me encuentro de nuevo a las madrileñas. Alguien nos dice que en la iglesia de al lado están tocando música medieval. Y allá nos vamos. Estamos un buen rato escuchando la música. Me siento en el suelo, para percibir el contacto de la piedra.

     Luego decidimos hacer una cena comunitaria en el albergue. Vamos a la tienda de comestibles. La idea es sencilla: que cada uno compre una cosa y luego las compartiremos.

     Volvemos al albergue y preparamos la cena. Leila hace pasta. Nosotros ponemos un melón y preparamos una ensalada de tomate. Las de Madrid aportan bonito, jamón, y un montón de cosas más para unir con la pasta y la ensalada. Otros aportan fruta. Otro chico va a comprar platos y vasos de plástico, porque en el albergue hay otra gente cenando y no hay platos para todos. Invitamos también a cenar al chico francés, a Pere y a otro chico que no recuerdo como se llama. Y en el albergue nos encontramos también a nuestra amiga coreana y le pedimos que se una a cenar con nosotros. Ella tiene un bocadillo. Y acepta con la condición de que cortemos su bocadillo en trocitos y los probemos todos. Así lo hacemos. Es un gesto muy bonito.

     En la cena estamos diez peregrinos sentados a la misma mesa. Es un número muy apropiado para este día: un día DIEZ..

     Al terminar la cena cojo un racimo de uvas, las lavo, y empiezo a repartir entre todos los que están cenando en el albergue. Comemos todos del mismo racimo. Un símbolo de unidad y de hermandad. Me gusta.

     Después de la cena es la hora de las despedidas. Un abrazo intenso. Y una palabra: GRACIAS. No es una despedida triste. Sino alegre. No es momento para llorar, sino para ser inmensamente felices.

     Y así termina el que es sin duda uno de los días más felices de mi vida. No porque en él hayan sucedido cosas espectaculares, sino porque a lo largo de todo el día he sentido en mi interior sensaciones bonitas, profundas y maravillosas.. Un día en el que me sentí como una persona buena, libre y feliz... ¿Hace falta pedir algo más?


EPÍLOGO:
Varios días después de volver del Camino escribo en mi facebook esta reflexión:

"El Camino de Santiago es sobre todo un camino interior, hacia el conocimiento de uno mismo...
En el Camino no importan las casas, los coches, las cuentas bancarias... lo que importa son los pies, las piernas, las manos, la cabeza, la sonrisa, la mirada, el corazón...
No importa lo que tienes, que no lo llevas contigo, sino que importa lo que eres, que eso es lo que siempre te acompaña...
Y allí te conoces tal cual eres, física y mentalmente, y afectivamente, y humanamente, ... desnudo de tus posesiones, de tus falsas seguridades, de tus máscaras, de tus disfraces...
Allí eres tú, solo tú, ... tu cuerpo, tu corazón, y tu alma, tu mirada y tu palabra, tu capacidad de escuchar y de comprender, tu generosidad, tu solidaridad...
El Camino te ayuda a conocerte, a encontrarte contigo mismo, a conocer tu cuerpo, a ser consciente de todos y cada uno de tus miembros... ¡Ay ese dedo meñique del pie derecho que no sabías ni que existía y que ahora es importantísimo por esa ampolla que tanto te molesta!!!! Y esa rodilla que tenías olvidada y que ahora con su dolor te hace ser consciente de su importancia...
En el Camino te haces consciente de la importancia de cada una de las partes de tu cuerpo...
Y a través del cuerpo llegas a tu verdadero ser. A tus pensamientos. A tus sentimientos. A tus emociones. A tu corazón...
Además el Camino te da la medida del valor de las cosas: descubres el valor de una manzana, de una buena ducha, de un colchón, de una aguja cuando necesitas pinchar una ampolla... el valor incalculable de una sombra cuando hace más de treinta grados al sol, el valor de un poco de agua cuando la sed aprieta, el valor de unas almendras o de un trocito de chocolate cuando lo das o te lo dan en un momento de apuro... Y el valor de una mirada, de una palabra, de una sonrisa, de un abrazo... ¿Cuanto vale un abrazo verdadero, sincero, profundo, intenso y sin prisas...?
Y en el Camino descubres también una nueva medida de lo que es la distancia: un kilómetro ya no es medio minuto a 120 por hora, no!, un kilómetro pueden ser diez minutos, o pueden ser más de veinte si es cuesta arriba, cansado, con mochila y con calor... Un kilómetro a las tres de la tarde puede ser una eternidad...
El Camino te enseña a ser humilde, sencillo, solidario...
En el Camino aprendes también el desapego: nada ni nadie es nuestro. Y con el desapego nace la libertad.
Y en el Camino aprendes también a vivir en presente. Cada instante es único y lo vives con intensidad. Solo existe el ahora.
El Camino es una escuela maravillosa para aprender a vivir mejor..."


 

 

pie camino santiago Hola Amig@... déjate acariciar por la magia del Camino...

"I came to find God in me. And now I find Him everywhere. I have to bring this back to my daily life, where I actually live now. "Cami" means "God" in Japanese" (Wrenn)

"Caminar es besar la tierra con los pies" (Juan)


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